Si
por algo se caracterizan los americanos es por mediatizar al máximo
cualquier evento relevante para ellos, y si el evento son unas
elecciones presidenciales, el asunto alcanza magnitudes bíblicas.
Es
por ello que los gabinetes de comunicación estadounidenses saben de
la importancia de transmitir el mensaje perfecto en dichas campañas
presidenciales, ya que gran parte del éxito o fracaso de un
candidato tiene que ver con la imagen que los votantes perciben de
él.
De
este modo, crear una frase, una idea, unos colores o cualquier
elemento significativo con el que pueda ser recordado por el elector
adquiere una relevancia superior.
Tomando
como ejemplo al Partido Demócrata del actual presidente, Barack
Obama, éste alcanzó el éxito en su anterior campaña con el famoso
“Yes We Can”. Esta frase se internacionalizó, se consiguió
llegar a los públicos, encarnaba lo que el partido quería
transmitir, la imagen que pretendía proyectar al exterior.
Finalmente Obama consiguió proclamarse vencedor en las elecciones y
ser el primer presidente de color de los Estados Unidos de América.
Casi Nada
Para
su siguiente campaña, la de la consolidación, los demócratas
apostaron por el siguiente cartel:
“Forward.”
o adelante en castellano ,es la idea que se pretendía transmitir, la
idea de progreso en un marco económico y social difícil, la idea de
dejar atrás la crisis y salir reforzados de ella.
¿Pero
refleja este cartel la idea descrita anteriormente? Si nos paramos a
analizarlo, ¿están todos los elementos en relación con lo que
pretendemos infundir? Claramente NO.
Principalmente
por los colores elegidos para la campaña. El negro, qué color tan
alegre y optimista, sin duda el más indicado para transmitir
confianza. Si el futuro va a ser tan negro como este cartel, los
votantes de Obama deberían de sentirse orgullosos.
Evidentemente,
este color no conecta para nada con la idea que se pretendía
proyectar, y es un claro ejemplo de cómo una empresa puede ser
puntera en su actividad, pero que si no se presenta como es debido y
si no refleja en su imagen externa lo que en realidad pretende
reflejar, el público acaba por no tomarla en serio y no confiar en
ella.
Por
suerte para ellos, el error se detectó a tiempo, y la campaña de
Obama adquirió otros mimbres. Aquí el cartel número 2:
Ahora
el cartel empieza a significar lo que el partido deseaba. El negro se
sustituye por un azul cielo, que transmite más calma y sin duda se
asemeja más a la percepción de un futuro mejor. Además, se
encuadra en un marco blanco, símbolo de la pureza y la valentía.
Sin embargo, aún encontramos un elemento que sigue chocando, y no es
otro que el punto final.
Por
un lado tienes “adelante”, pero el adelante es frenado por un
punto. ¿Hasta cuando dura ese adelante?, ¿se puede confiar en algo
que tiene final?
El
mensaje seguía siendo fuerte, pero su transmisión cojeaba. Es por
ello que se decidió dar un último impulso al cartel, modificando un
pequeño elemento que a su vez lo cambiaba todo:
Ahora
si que existía coherencia y conexión entre el mensaje y su
estética. El punto da paso a la exclamación. La pausa da paso a la
acción. El mensaje ganaba fuerza y garra y de paso también se
convierte en un mensaje de ánimo, una manera de decir que hay que
estar preparados para lo que llegue y que la pasividad no es una
opción.
De
este modo, se comprueba cómo la imagen corporativa del partido
sufrió modificaciones estéticas que en su conjunto cambiaban el
mensaje del mismo. Así, queda comprobado que la percepción engloba
más aspectos a tener en cuenta que una simple frase, y que lo que la
rodea es tan importante como lo demás.
No
se sabe hasta que punto modificó la percepción por parte de los
votantes los cambios en el cartel de la campaña, pero si sabemos el
final de esta historia:
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